Jode también cuando un escritor al que aprecias fallece. David Gistau era además columnista, y había logrado lo que sólo algunos consiguen: que te habituaras a buscarle en el periódico.
David Gistau debería habernos escrito mucho más. A nuestra generación le venía muy bien, con esa mezcla de modernidad heterodoxa y conservadurismo natural y sólido.
Algo de griego clásico se atreve uno a ver en Gistau, con sus bien definidos rizos de las barbas, su afición al pugilismo, y ahora esta muerte trágica, que por sus propios temores parecía un designio revelado.
La muerte no es lo paradójico. Lo sorprendente es seguir vivo.
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