jueves, 23 de octubre de 2014

L`ESPRIT DES LOIS

“Deben asimismo adaptarse al estado físico del país, al clima helado, abrasador o templado; a la calidad del terreno, a su situación y extensión; al género de vida de los pueblos, según sean labradores, cazadores o pastores; deben ser conforme al grado de libertad que la constitución puede resistir; a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, riqueza, número, comercio, costumbres, usos. Por último, esas leyes tiene relaciones entre sí: las tienen son su origen, con el objeto del legislador, con el orden de las cosas que regulan. Bajo todos estos aspectos es menester considerarlas.

Tal es la tarea que propongo en esta obra. Examinaré todas las relaciones indicadas, que juntas forman lo que se llama el espíritu de las leyes”.

Libro I, capítulo III. El espíritu de las leyes. Charles Louis de Secondat, Montesquieu 1689-1755.


martes, 21 de octubre de 2014

ACINIPO, A 999 METROS SOBRE EL MAR

En medio del camino de nuestra vida me encontré por una selva oscura, porque la vía recta estaba perdida”, así llegó Dante a sus 35 años, cuando los amigos se marchitaban en el aburrimiento y los años pasados aparecían queriendo rendir cuentas.   
            No hay mejor lugar para pasar un 2 de enero que Acinipo. Es un paisaje lunar, una plataforma inclinada donde los últimos habitantes fueron pastores que hacían montículos de piedra con las ruinas romanas. Es un camino de tierra ascendente, hacia no se sabe dónde. El misterio te empuja a seguir porque necesitas saber qué queda cuando la tierra se acaba y los buitres hacen círculos como coronas fúnebres sobre tu cabeza.


           En el neolítico temprano, cuando todavía se habitaba en viviendas circulares porque no había que adosarse a un vecino por un lado y por otro, familias de cazadores divisaban manadas de ciervos desde esta atalaya. A este lugar llegaron esclavos transportando piedras, ricos ciudadanos romanos que acudían al teatro, llenando sus días con divertimentos.

           Y ahora llegas tú, contemplando los montículos bajo los que reposan los cadáveres heroicos. Dejas atrás las civilizaciones y los nombres. Y cuando por fin te asomas jadeante al final, tus ojos se abren como platos y lo ves todo claro. Hay tierra y hay cielo. Y aquí está Beatriz, “el amor que mueve el sol y las demás estrellas”.